Relato recuperado (15) – Cuento de Navidad

Esta es la peor parte, la primera línea. Hay primeras líneas desastrosas, que invitan a dejarlo y hacer cualquier otra cosa que te convierta en espectador pasivo. Pero sucede que, si lees la primera línea e incluso la segunda y no lo has dejado, puede entrar en juego el orgullo, ese orgullo a menudo exagerado y estúpido; y ese orgullo puede hacerte pensar lo de “si he comenzado lo acabo”. La posibilidad de que el lector olvide su empecinamiento obviamente tiene que ver en gran parte con la longitud del texto. Por tanto, ante esa perspectiva, la mayoría de gente tiende a aburrirse al instante (el orgullo inicial no siempre viene acompañado de Fuerza de voluntad); tienes que ofrecerles alguna suerte de fuegos artificiales enseguida para que no se vayan. Lo que sea, aunque sea algo muy básico, alguna palabra malsonante o algo que tenga que ver directa o indirectamente con tetas o violencia o etcétera (todo esto ya suena a cliché, pero es tan cierto como que quien escribe se mueve como lector por los mismos impulsos y rechazos). Otro detalle para que sigan leyendo es la identificación con el texto. Pero esto no siempre es positivo, muchas personas prefieren dejarlo si lo que están leyendo les recuerda algo negativo de sus personalidades o vidas. Se sienten más cómodos, eso sí, si en el texto se generaliza y se habla con términos vagos, ya que pueden pensar que ellos no son así o asá y por tanto quizá si siguen leyendo la tormenta puede pasar.
Algo definitivo para que lean con interés incluso los que suelen repetir de forma insistente lo de “no tengo tiempo para leer”, es cierta clase de morbo. Y el morbo para esa especie de lector tiene que ver con que el texto deje abierta la posibilidad de que podría basarse en algo real; ya sea en relación con el escritor o con cualquier otra persona, siempre y cuando la misma salga malparada o pierda algo de dignidad por el camino.
Ya a estas alturas del texto –pongamos que en un libro sería la pagina quince o veinte para un habitual no-lector, y quizá la cien para un lector habitual– la cosa empieza a ponerse seria. Quien lee ya puede estar o sumergido en lo que lee, o con la sensación de estar perdiendo el tiempo (adiós a esos y felices fiestas…). Al fin y al cabo esto no son más que palabras y líneas, nada visualmente atractivo si no se utiliza la imaginación. En la cultura de Internet y el Iphone la lectura es algo mortal para las personas que necesitan llevar a cabo varias actividades a la vez para sentirse ocupadas y entretenidas (muchos priorizan casi siempre el Entretenimiento por encima de la Pasión). El hecho, además, de estar haciendo algo que les requiere un mínimo esfuerzo y que luego sólo va a ser meramente anecdótico para potenciales entrevistas de trabajo en el apartado curricular de «Otra actividades», no ayuda.
Por tanto, ya avanzado el texto, hay que hacer a veces auténticos malabares escribiendo. Pero ojo, la ambigüedad o la abstracción es algo que cabrea a muchos.
Normalmente la mayoría de gente se queda en estado catatónico si no tienen a quien llamar o donde ir. Hasta el punto de que algo como Leer les parece la opción de quien está realmente solo o incluso al borde de la depresión clínica. Suele ser, nuevamente, el tipo de gente que solo asocia el esfuerzo a las labores remuneradas; labores a menudo repetitivas y exasperantes, o en el mejor de los casos anodinas, esfuerzos por cuadrar deberes cuyo significado resultante no les importa o sugestiona lo más mínimo.
Esto, sumado a los surrealistas e involuntarios –espero– planes de muchos educadores para hacer que odies la lectura ya desde bien pequeñito, convierte la actividad de leer en auténtico ocio sólo si por ti mismo le has dado una oportunidad de verdad a ese placer potencial.
Ya debería estar claro, pero cabe decir que palabras como «Conocimiento» o «Cultura» no ayudan lo más mínimo. Todos asocian términos de ese calado a empollones pajilleros con gafitas mirando por un microscopio o intelectuales estirados comentando lo que les fascina tal o cual cuadro abstracto. Eso hace que muchos vean la lectura como lo que hay al otro extremo del orgasmo.
Desde el punto de vista del escritor –ser que comenzó a escribir investigando nuevos modos de masturbación–, si el lector ha llegado al final y ha disfrutado, prefieres que haya sido lectora. El escritor es un narcisista del mismo modo que el lector es un narcisista. Quien entienda esa máxima, tanto si es lector como si es escritor, ya tiene medio camino hecho.
Y para acabar, es importante saber que si el escritor se interesa por las impresiones de alguien que supuestamente haya leído su material, debe saber que hay quien se lee tan solo la ultima parte del texto para dar credibilidad a su comentario.
Así, Pablito salió al jardín, y vio cómo el trineo de Papá Noel comenzó a deslizarse por la nieve hasta salir volando, y se perdió en el horizonte uniéndose como una luz a las demás estrellas. Papá y mamá dormían aún, y fue corriendo a despertarles para contarles lo que había visto.

chica n

3 pensamientos en “Relato recuperado (15) – Cuento de Navidad

  1. Hoy he empezado a escribir algo muy parecido pero me ha parecido una mierda y lo he borrado. Una vez más, gracias por poner (mejores) palabras a lo que yo quiero expresar y muchas veces no puedo. Te odio un poco 😀

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